La orfandad es, sin duda, una de las mayores desgracias que pueden acontecer a los seres humanos. Y no solo en la etapa infantil. Cuando somos adultos necesitamos, también, el referente de los que nos precedieron, de nuestros orígenes.
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Patxi, Oskitar, Peiotxo, Pernandito, Martintxu y Laurita |
Pasa con las personas y pasa, también, con las organizaciones políticas. Especialmente con las que provienen de escisiones de otras. En nuestro País, el caso más claro es el del autodenominado MLNV, escisión del PNV en los tiempos de los movimientos revolucionarios marxistas de los años 60 del siglo pasado. Siempre debieron justificar su aventura negando cualquier mérito o bondad a aquellos de los que se escindieron.
Y pasado el tiempo, siempre han buscado sus antecedentes en cualquier sitio menos en su auténtico lugar de procedencia. Una época les dio por ANV, un partido republicano vasco que ni era de izquierdas y que tenía un perfil nacionalista vasco muy bajo. La poco numerosa muchachada de Euskadiko Ezkerra hubiera tenido bastantes más argumentos para arrogarse esa paternidad.
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Ahora, en un esfuerzo patético, pretenden ser la continuación del primer Lehendakari José Antonio Agirre. Precisamente, uno de los políticos vascos que más se distinguió, en el mar de odios que fue la última guerra civil, por humanizar el conflicto y evitar los crímenes y los asesinatos.
Darían risa asomados al balcón del Hotel Carlton donde tuvo su sede el primer Gobierno vasco, si no dieran pena. Son los Niños Perdidos. Que vuelven a la casa del padre, después de su fracasada aventura de muerte, sangre y destrucción. Ojalá que se les quede algo del espíritu humanitario y civilizado, sacrificado y nacionalista vasco del Lehendakari José Antonio Agirre.
Estoy seguro que todos saldríamos ganando.
El Increíble Capitán Euzkadi
Salud y República vasca